jueves, 11 de julio de 2013

CRÍTICA LA MEJOR OFERTA "THE BEST OFFER" (2013)

LA MEJOR OFERTA “THE BEST OFFER”  (2013), GIUSEPPE TORNATORE
Reparto: Geoffrey Rush, Jim Sturgess, Sylvia Hoeks, Donald Sutherland, Philip Jackson, Dermot Crowley, Liya Kebede, Kiruna Stamell

Valoración: 9 / 10



RETRATOS DE UNA OBSESIÓN
Por Lucía Pérez García

Rafael, Tizziano, Rembrandt, Rubens, Rossetti,  Modigliani…un hombre y sus pinceles. El artista, su habilidad, su gracia, su genio. ¿Y la mujer? Si el hombre es artista, la mujer es propiamente arte, esencialmente arte, arte en todos los sentidos. Del hombre conocemos su nombre y sus manos. De la mujer, su rostro y su alma. En el hombre está la obsesión. En la mujer, lo deseado. Sin ella el hombre, simplemente, no es. Necesita su compañía. Necesita contemplar su belleza. Necesita sentir el arte que desprende su mirada. Si no está, se desmorona. Porque el hombre no puede vivir sin el arte.
Muchos discutirán el papel de la mujer en el arte. Pero solo hay que mirar con un poco de atención para percatarse de que, aunque económica y socialmente no haya podido vivir de dicha actividad, el arte se ha alimentado física y espiritualmente de su persona. En sus curvas encontraron los artistas su camino, el color se recreó en la blancura de su piel, sus cabellos inspiraron los soplidos del viento, y su mirada, como su sonrisa, hipnotizó al mundo. Hay excepciones, cierto es: los griegos tenían el ideal en el cuerpo masculino, pero el amor y la belleza estaban encarnados en Afrodita; también Miguel Ángel prefería las formas masculinas y su terribilitat, sin embargo esculpió en su Piedad una de las vírgenes más bellas. Y es que la excepción siempre confirma la regla.
Pero esta obsesión no es propiedad exclusiva del artista, sino de todo aquel que ha sido dotado con un poco de sensibilidad. Y si a esta sensibilidad se le suman el ansia, la manía, la competitividad, la introspección, la posesión y el deseo propios del coleccionista, se convierte en un laberinto sin salida. Un laberinto que, en el caso de Virgil Oldman (Geoffrey Rush), se materializa en una casa estilo White cube y una habitación secreta a modo de gabinete artístico. Allí, enfundado en unos guantes que lo aíslan de cualquier contacto con un mundo que no entiende o que, simplemente, le asusta, puede sumergirse en la contemplación casi mística de esas mujeres que tanto encandilaron a los hombres de todas las épocas. Solo él puede tenerlas a todas, y esa posesión le extasía. Pero en una posesión falsa. Pues el arte, aunque llene, siempre deja un hueco a la realidad. Un hueco que si queda vacío, termina engañándonos. Aunque al fin y al cabo, ¿no es el engaño parte del arte? Es más, ¿No fue Eva la que engañó a Adán?
Tornattore vuelve a mostrarnos el arte desde su sensible perspectiva. Primero nos enseñó el cine (Cinema Paradiso), luego la música (La leyenda del pianista en el océano) y ahora las artes plásticas. No es algo nuevo, pues, en su filmografía. Es un  tema, el del arte, que parece emocionarle y con el que quiere emocionarnos a nosotros.

Y como el arte es universal, también lo es esta película, de nacimiento y nombre italiano, pero con familia e idioma internacional: el australiano Geoffrey Rush (Shine, Piratas del Caribe), el inglés Jim Sturgess (Across de Universe, One day, Un amor entre dos mundos) y el canadiense Donald Sutherland (Gente corriente, The italian job) o la holandesa Sylvia Hoeks (The storm), sin olvidar las notas de uno de los más importantes compositores del cine, el italiano Ennio Morricone (La muerte tenía una precio, hasta que llegó su hora, Cinema Paradiso, La misión [de todas, mi preferida La misión. Ennio Morricone]). Algo así como las grandes producciones españolas tipo Los otros, Ágora o Lo imposible, pero en versión itálica. Generalmente estas películas funcionan en taquilla. O al menos en España. Espero que en esta ocasión ocurra lo mismo y los espectadores se acerquen un poco más en el mundo del arte, aunque sea de una forma “engañosa”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario